domingo, 26 de julio de 2015

No va más, por Federico R. Bär


Al costado del mostrador, en una mesa repleta de ingredientes para copetín, un hombre gordo estaba con el oído pegado a un radiograbador que estaba encendido a muy bajo volumen. No querría molestar a los demás, o estaría escuchando alguna emisora lejana o una cinta mal grabada. De vez en cuando anotaba algo sobre una servilleta de papel. Frente a él, un flaco miraba con el rabillo del ojo a los demás parroquianos, que habían juntado varias mesas en el centro del local, desde donde estallaban risotadas. Chistes de salón, con toda seguridad - ¿de qué otra cosa podrían reírse hombres reunidos en un salón?
Las risas disminuyeron cuando alguien advirtió:
- Dale Griego, que se está haciendo tarde.
El nombrado reaccionó.
- Ah sí, vamos.
  El reloj en la pared indicaba las doce menos cuarto pasadas; le quedaban unos diez minutos. El gordo había apagado la radio. Estiró una mano hacia el platito con los maníes, ya vacío. Al ver que tampoco quedaba ni una aceituna, frunció el ceño. El flaco fingió no notarlo, pidiendo otro vaso de vino.
El mozo ya había servido unas cuantas copas, excepto al Griego. Si bien éste contaba con una memoria privilegiada, la tarea de asociar nombres de participantes con números y premios en muchas combinaciones iba a requerir toda la claridad de su mente. Se concentró en el trabajo. Su larga experiencia le permitió registrar y archivar todas las apuestas. Lo que no observó fueron las señas que el gordo había hecho a algunos jugadores antes de acercarse a la mesa, junto con el flaco, para arriesgar unos pesos.
  Llegó la hora del ¡... no va más ...!, y cuando las agujas del reloj se juntaban, el Griego pidió al dueño del bar que sintonizara la Emisora del Noreste, que transmitía el sorteo de la Lotería de Monte Carloto. Después de algunos números se oyeron dos o tres exclamaciones de alegría. El flaco dio un brinco y convidó una ronda: ¡había acertado el premio mayor! Sobre el final, el gordo levantó la mano; a él también le correspondía un premio.
  El Griego estaba al borde de un infarto; iba a verse en figurillas para pagar todas esas deudas. ¡Qué desgracia! En veinte años, fue la primera vez que tuvo tanta mala suerte. Pero también fue la primera vez que atrasaron el reloj media hora para poder grabar esa emisión radial de la Lotería de Monte Carloto antes de hacer las apuestas.


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